Te invitamos a hacer un recorrido por Donostia para conocer de cerca de conocer los bustos creados como homenaje póstumo a diferentes personalidades. Son personas que han dejado una gran huella en la ciudad. Por ser donostiarras, por ser alguien importante dentro de su área artística, por hacer algo importante para la ciudad, personas relevantes en el mundo de la cultura vasca… Con los bustos se pretende que permanezcan para siempre en la memoria de Donostia y que su labor no quede en el olvido. En este artículo te hablamos del personaje y la ubicación del busto para que puedas verlo en persona. ¡Vamos allá!
Fermin Lasala y Collado (1832-1917), más conocido como el Duque de Mandas, es uno de los grandes personajes ilustres de la ciudad de San Sebastián. Fue un reconocido político, diplomático y empresario de la época. Pero la razón por la cual pasará a la historia es por dejar en herencia a Donostia unos terrenos de su propiedad, llamados Cristina Enea. Al no tener descendencia, regaló este parque a la ciudad para el disfrute y ocio de sus ciudadanos. Un regalo que hoy todavía seguimos disfrutando. Un oasis dentro de la ciudad. Eso sí, en el testamento El Duque de mandas incluyó una serie de cláusulas con el fin de que el diseño original del parque se mantuviera intacto. A pesar de algunos cambios, podemos decir que los diferentes gobiernos municipales han sido respetuosos con la voluntad del Duque de Mandas. Y también con el nombre, ya que Cristina se llamaba su esposa, la italiana Cristina Bruneti. Duque de Mandas tiene otros dos reconocimientos en la ciudad: la calle Duque de Mandas y la Plaza Lasala de la Parte Vieja. El busto del Duque de Mandas se ubica en la parte alta de Cristina Enea, frente a su vivienda. Si lo quieres visitar no tiene pérdida. Busca la bella mansión que se levanta en el parque y frente a ella verás el busto.
José María Usandizaga (1887-1915) fue un ilustre músico cuyo fallecimiento causó una gran conmoción en Donostia-San Sebastián. Murió joven, con tan solo 27 años, a causa de una tuberculosis, y la ciudad vio de repente cómo se quedaba sin un músico de gran talento y de gran proyección. Y no solo a nivel local, sino también a nivel nacional, ya que su música también fue muy valorada en los mejores auditorios y teatros de Madrid. Muestra de este afecto es el busto creado en su homenaje, nada más y nada menos que en los Jardines de la Plaza de Gipuzkoa, uno de los lugares emblemáticos de la ciudad. Por si fuera poco, también tiene una calle en su nombre, la Calle Usandizaga de Gros. Y también el Instituto José María Usandizaga de Amara lleva su nombre. Es sin duda, uno de los personajes más reconocido por la ciudadanía. El busto de José María Usandizaga se encuentra dentro de los jardines de la Plaza Gipuzkoa, en la acera de la Diputación y cerca de la Calle Peñaflorida.
Raimundo Sarriegui (1838-1913) fue un músico de gran reputación, muy querido en Donostia por ser el autor de la Marcha de San Sebastián y del resto de piezas musicales que se interpretan cada 20 de enero en la fiesta grande de la ciudad, el Día de San Sebastián.Nacido en la Calle Fermín Calbetón de la Parte Vieja de Donostia, Raimundo Sarriegui comenzó a destacar pronto en el ámbito musical. Primero en la Iglesia Santa María y después como tenor en la Parroquia de San Vicente, ambas de la Parte Vieja. Después creó su propia txaranga, “La cítara”, y con tan sólo 23 años compuso la Marcha de San Sebastián. Un joven que puso su talento innato al servicio de la ciudad.Raimundo Sarriegui también fue el creador de otras composiciones para el carnaval y las canciones de los Caldereros e Iñudeak, dos fiestas que se celebra una semana antes del carnaval. Y también compuso zarzuelas, siendo reconocido por ellas a nivel nacional.El busto de Raimundo Sarriegui se ubica en un lugar privilegiado de la ciudad. Junto al Boulevard y el Mercado de la Bretxa, en una plaza que también lleva su nombre, Plaza Sarriegui. Un lugar de visita obligada cada vez que se acerca el Día de San Sebastián. Como puedes ver en la imagen son muchas las personas que le homenajean con flores blancas y azules al llegar el 20 de enero.
La historia de la donostiarra Katalina Erauso, (1592-1650), es como para escribir una novela de aventuras. Cuando contaba con sólo 4 años fue internada en el convento de las Dominicas de San Sebastián, con la finalidad de ser educada según los criterios del catolicismo de la época. Debido a su fuerte carácter y la imposibilidad de ser controlada por las religiosas, Katalina Erauso fue trasladada al Monasterio de San Bartolomé, un lugar con normas aún más estrictas. Aquí descubrió que no tenía vocación religiosa y con 15 años huyó del monasterio vestida de hombre en busca de una nueva vida. Bajo el nombre de Francisco de Loyola vivió en diferentes lugares de España hasta que marchó a América, en busca de las Indias”, y accediendo de esta manera a un mundo reservado para hombres. Allí ejerció como militar, participando en numerosas batallas, ganándose la fama de gran batalladora. En la última etapa de su vida se dedicó a escribir su autobiografía, dejando constancia para siempre de sus hazañas. La figura de esta leyenda, también conocida como Monja Alférez, queda inmortalizada en el busto que podemos encontrar en el Palacio de Miramar de Donostia. Para encontrarla, tienes que coger el camino de acceso al parque desde el Antiguo. En uno de los jardines nos mira desafiante Katalina Erauso, uno de los personajes más legendarios y controvertidos del Siglo de oro español. La ciudad también le dedica una calle en el barrio de Amara de San Sebastián.
Secundino Esnaola (1878-1929) fue un corista y compositor que pasó a la historia como el hombre que lanzó a la fama al Orfeón Donostiarra. Sus primeros contactos con la música los tuvo en la Iglesia Parroquial de Zumárraga, donde ya comenzó a dar muestras de su talento innato. Su voz causó admiración en Vergara y después en Salamanca, donde formó su primer coro. Con tan solo 24 años fue nombrado Director del Orfeón Donostiarra, dándole un nuevo aire, que a la postre fue determinante para que hoy tenga un gran prestigio internacional. Tomó decisiones que fueron muy criticadas, como permitir que las mujeres y los niños cantaran con los hombres. El Gran Casino Kursaal de San Sebastián era uno de sus locales preferidos para ofrecer recitales. La ciudadanía donostiarra le tenía un gran cariño a Secundino Esnaola, algo que se demostró el día de su funeral, cuando fue despedido con todos los honores. El busto de Secundino Esnaola se ubica en la plazoleta de la Calle Reina Regente, en un lateral del Teatro Victoria Eugenia. Una ubicación muy adecuada para un hombre que vivió por y para la música. Muestra del gran afecto que Donostia le tuvo, es que también tiene una calle en Gros (Calle Secundino Esnaola) con su mismo nombre y una pequeña plazoleta.
Pío Baroja (1872-1956), uno de los grandes novelistas españoles del siglo XX también cuenta con un busto en su memoria en Donostia, la ciudad que le vio nacer. Sin embargo, Pío Baroja pasó muy poco tiempo en San Sebastián, ya que durante la infancia y la adolescencia vivió en Pamplona y Madrid. En esta ciudad se licenció en Medicina, si tener una gran vocación como médico, ya que lo suyo eran las letras. Tras ejercer durante un tiempo en Cestona se traslada definitivamente a Madrid dejando atrás la medicina. Allí pudo frecuentar los círculos literarios, lo que empujó a dedicarse definitivamente a la literatura.En 1900 escribió su primer gran éxito: Vidas Sombrías. Después llegaron otros títulos reconocidos como Zalacaín el aventurero ,Las inquietudes de Shanti Andía y Las memorias de un hombre en acción, considerada como la mejor novela de Pío Baroja. Otras obras de éxito del novelista fueron sus ensayos, libros de recuerdos, juventud, libros de viajes o sus memorias. Muchas personas coinciden en que Pío Baroja no fue reconocido como se mereció en vida y que el verdadero éxito le llegó años después de su fallecimiento. Su obra, por lo tanto, no dejó indiferente a nadie ya que tuvo enemigos y grandes seguidores. El busto de Pío Baroja descansa en la Plaza de Oquendo de Donostia, en la parte trasera del Teatro Victoria Eugenia y cerca de Reina Regente.
Lezotarra de nacimiento, Tomás Garbizu (1901-1989) fue un conocido compositor y precursor de la música vasca. Ya siendo muy joven la música fue su vocación y se dedicó a ello durante toda su vida, dejando un legado importante. Poseedor de las las carreras de plano, órgano, composición y acompañamiento, el órgano fue su gran especialidad, dominando este instrumento de forma maestra, como solo los grandes privilegiados pueden hacerlo. Los grandes expertos en música vasca coinciden en que la aportación de Tomás Garbizu fue fundamental para el desarrollo de la misma. Su busto descansa en la Plaza de Oquendo, muy cerca de la confluencia entre Oquendo y Peñaflorida.
José Gonzalo Zulaika y Arregi (1886-1956), también conocido como Aita Donostia, fue un importante escritor, compositor, musicólogo y organista vasco. Nacido en Donostia y comenzó sus estudios en Marianistas. A los 11 años se internó en el Colegio de los Padres Capuchinos de Lekaroz (Navarra), lugar donde se despertó su gran pasión por la música. A los 16 años se hizo fraile capuchino, adoptando el nombre de Aita Donostia. Los siguientes años de su vida continuó formándose como músico en Silos, Madrid o Francia, adquiriendo una gran experiencia. Dedicó gran parte de su vida a recuperar la música tradicional del País Vasco, y más concretamente a reunir y transcribir tanto las canciones (música y letra) como las melodías para instrumentos y danzas que iba recogiendo en diversos pueblos y aldeas y que se transmitían de forma oral a través de generaciones. Gracia a Aita Donostia hoy podemos disfrutar de un gran repertorio músical, tal como se interpretaba en los siglos XIX y XX. Destacan también los profundos estudios e investigaciones realizados sobre la música vasca y su pertenencia a Euskaltzaindia (Real Academia de la Lengua Vasca). Aita Donostia fue, por lo tanto, una importante figura en el uso y fomento de la cultura vasca. Su busto se encuentra en la Plaza Ramón Labayen, en el lado del Paseo República Argentina.
José María Salaverría (1874-1940), fue un reconocido periodista y escritor, coetáneo de la generación del 98. Nació en la localidad castellonense de Vinaroz, pero siendo un niño se trasladó a Donostia, donde pasó su infancia y juventud viviendo en Igueldo. Ya desde joven mostró un gran interés por el mundo de la literatura y pasó numerosas horas en las bibliotecas de San Sebastián leyendo todo lo que caía en sus manos. Como curiosidad, destacamos que durante muchos años ayudó a su padre en la gestión del faro de Igueldo. También que José María Salaverría trabajó un tiempo en la Diputación de Gipuzkoa. Después, por fin pudo dedicarse a su gran pasión, la escritura. Comenzó escribiendo artículos para importantes periódicos de la época, como La Voz de Guipuzcoa, El Gráfico, La Vanguardia, El Pueblo Vasco, El Heraldo de Aragón, Las revistas de Españas… En 1906 se trasladó a Buenos Aires, donde por fin José María Salaverría pudo vivir profesionalmente de la escritura trabajando para el periódico La Nación. Su obra fue prolífica, publicando numerosas novelas, ensayos y libros de viajes. Los últimos años de vida su opinión política fue muy valorada en el complejo entorno que vivía España, en plena Guerra Civil. El busto de José María Salaverría se encuentra en los Jardines de Alderdi Eder, muy cerca de la casa donde vivió.
Raimundo Sarriegui (Plaza Sarriegui)
El eibartarra Ignacio Zuloaga (1870-1945) fue un importante pintor cuya obra pictórica tuvo un alcance internacional. Nacido en una familia con una fuerte vocación artística, siendo joven comenzó a interesarse por la pintura, realizando sus primeros trabajos en el taller de su padre. Posteriormente se formó en Francia, Madrid, París y Roma. Ignacio Zuloaga coincidió en el tiempo con otros importantes artistas como Gauguin, Van Gogh, Degas y Toulouse-Lautrec, siendo uno de los representantes de la generación del 98 fuera de España. La cultura popular española fue uno de los grandes temas retratados por Ignacio Zuloaga (tauromaquia, bailarinas de flamenco), plasmándolos con una paleta oscura, fuertes dosis de realismo y un gran sentido dramático. Su estilo no estuvo exento de polémica, ya que en España su estilo fue considerado como “españoladas”, mientras que en el extranjero tuvieron gran éxito al considerar que reflejaban a la perfección la esencia de España. Ignacio Zuloaga expuso en muchas ciudades europeas, así como en Nueva York o Buenos Aires. También dejó para la historia retratos de Unamuno, Marañón, Falla… Su busto se encuentra en la plaza que también lleva su nombre, Plaza Zuloaga, ubicada junto al Museo San Telmo y la Iglesia San Vicente.
José María Zubía Cigarán (1809-1866), más conocido como Aita Mari, fue un marino y pescador que alcanzó una gran fama gracias a los salvamentos marítimos que realizó. Su figura se convirtió en leyenda en los dos puertos con los que tuvo más relación: Zumaia y Donostia. Aita Mari nació en Zumaia, en el seno de una modesta famila de pescadores. Siendo joven, se enroló en un mercante para hacer las Américas y ahorrar algo de dinero. Cuando reunió el dinero suficiente, regreso a Euskadi para comprar una lancha de pescadores y convertirse en patro de pesca de bajura en el Puerto de San Sebastián. Aita Mari comenzó a ganarse el respeto de los donostiarras por la ayuda desinteresaba que prestaba para rescatar a pescadores que pasaban apuros en la mar. El Mar Cantábrico juega malas pasadas, es peligroso, pero Aita Mari siempre era el primero en lanzarse a la mar para salvar vidas. En 1866, en uno de esos rescates murió tras ser engullido por una ola, no sin antes haber alcnzado su objetivo de salvar la vida de varios pescadores. Muchos donostiarras presenciaron aquella tragedia desde la orilla y quisieron que la figura de Aita Mari no se olvidara jamás. Hoy, cada año muchos pescadores le rinden homenaje en honor a los que perdieron la vida en el mar, pidiéndole, además, ayuda y protección para los nuevos navegantes. Su busto se encuentra en pleno paseo del Puerto de Donostia-San Sebastián, muy cerca del Museo Naval.
Alberto Ormaetxea (1939-2005) ocupa un lugar de oro en la historia de la Real Sociedad de Fútbol. Fue el entrenador del equipo campeón. Aquel que ganó dos ligas (1980-1981 y 1981-1982) sorprendiendo a todo el mundo del fútbol, especialmente a Real Madrid y FC. Barcelona. Antes de eso también fue jugador de la Real, desde la temporada 1962 hasta la 1974. Participó, por lo tanto, en el mítico ascenso de Puertollano. Tras varios años como ayudante deportivo asumió las riendas del primer equipo en la temporada 1978-1979, dirigiendo un equipo de jóvenes que comenzaban a destacar futbolísticamente. Alberto Ormaetxea supo gestionar a la perfección el talento futbolístico que surgió en Gipuzkoa a finales de los años 70 y comienzos de los 80. Él fue el hombre que reunió en un mismo once a Arconada, Olaizola, Celayeta, Gorriz, Kortabarría, Alonso, Diego, Idígoras, Zamora, López Ufarte y Satrústegi. Una alineación que 35 años después muchos aficionados a la Real Sociedad nos sabemos de memoria. Aquel equipo tenía calidad y carácter, cualidad esta última que Alberto transmitió al equipo. Falleció en 2005, tras varios años de lucha contra el cáncer. El busto de Alberto Ormaetxea se ubica frente a la tribuna norte de Anoeta, dando la bienvenida a todos los aficionados de la Real Sociedad que se acercan a ver los partidos.
El azkoitiarra Mariano Juaristi Mendizábal, (1904-2001) más conocido como Atano III, es considerado por muchos como el mejor pelotari de todos los tiempos. Dominó el terreno de la mano individual durante 2 décadas, desde 1922 hasta 1946, manteniéndose en activo hasta los 44 años. Una trayectoria que ningún pelotari ha conseguido mantener, ni en tiempo ni en títulos. Atano III logró tres campeonatos manomanistas (1940, 1942, 1944 y 1946) cuando en aquella época solo se celebraba el campeonato cada dos años. Y también hay que mencionar que dicho campeonato se instauró en 1940. Anteriormente se disputaban una serie de challenger, en las que un pelotari desafiaba al campeón para arrebatarle el trono y convertirse en el rey de la pelota. Tal era el respeto que los pelotaris tenían a Atano III que durante 14 años nadie se atrevió a disputarle el título. El busto de esta gran figura descansa junto al frontón que lleva su mismo nombre, el Atano III, junto al estadio de Anoeta. Lo encontraras a la izquierda de la entrada principal.